3erPolo Petrolero
Repensar a Irak: Escapando de la maldición del petróleo |
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Mientras los Estados Unidos, las Naciones Unidas y el Consejo
de Gobierno de Irak tratan de determinar qué forma de gobierno debe adoptar Irak, hay una pregunta que, más que cualquier
otra, puede ser crítica para el futuro del país: ¿Cómo manejar su vasta riqueza petrolera? Las riquezas petroleras están lejos
de ser la bendición que usualmente se asume que son. En realidad, los países frecuentemente terminan pobres porque ellos son
ricos en petróleo. La abundancia de petróleo y otros minerales pueden ser malos para el crecimiento y malos para la democracia,
desde que ellos tienden a impedir el desarrollo de instituciones y valores críticos para abrir economías de mercado y libertades
políticas: libertades civiles, el estado de derecho, protección a los derechos de propiedad y la participación política. Abundantes ejemplos ilustran lo que se ha convenido en conocer
como la "maldición de los recursos". Gracias al mejoramiento en las tecnologías de exploración, 34 de los países menos desarrollados
ahora tienen significante recursos petroleros y de gas que constituyen por lo menos el 30% del total de sus ingresos por exportaciones.
A pesar de su riqueza, sin embargo, el ingreso anual per cápita de 12 de estos países permanece por debajo de los 1.500,00
US$, y más de la mitad de su población vive con menos de un dólar al día. Más aún, dos tercios de estos 34 países no son países
democráticos y de esos, sólo tres (Ecuador, San Tomé y Príncipe, y Trinidad y Tobago) aparecen sobre la mitad superior del
ranking mundial de la Casa de la Libertad para las libertades políticas. Y aún así estos tres Estados son frágiles: Ecuador
ahora se balancea en el borde de una renovada inestabilidad, y en San Tomé y Príncipe, las tentaciones creadas por el súbito
bienestar petrolero está constriñendo su democracia y sus relaciones con la cercana Nigeria. En realidad, los 34 ricos países petroleros comparten una marcada
similitud: ellos tienen débiles, o en algunos casos, inexistentes instituciones políticas y económicas. Este problema no debería
ser sorprendente para los muchos países africanos en la lista, tal como Angola y la República Democrática del Congo, que han
salido recientemente de conflictos civiles. Pero también es un problema para los nuevos e independientes países ricos en petróleo
y gas de la antigua Unión Soviética, los cuales han hecho pocos esfuerzos para consolidar derechos de propiedad y control
o asegurar una gerencia competente o independencia judicial. Aún los más ricos como Libia y Arabia Saudita sufren de instituciones
políticas subdesarrolladas. Concentrando los beneficios petroleros en unos pocos, tienen cambios políticos predecibles. ¿Puede Irak evitar la zancadilla en la que otros países petroleros
ricos han caído? La respuesta es sí, pero solamente si busca implementar un nuevo arreglo para manejar sus beneficios petroleros
con la ayuda de la comunidad internacional. Estos arreglos no deben mimetizar el malicioso programa de "petróleo por alimento"
implementado después de la guerra del Golfo, bajo el cual los ingresos de Irak fueron administrados por foráneos. En vez de
eso, el pueblo iraquí debería incluir en su nueva Constitución un acuerdo para la distribución directa de los ingresos petroleros
a sus propietarios, los iraquíes, un arreglo que pudiera ser supervisado por la comunidad internacional. DEL MANÁ A LOS BREBAJES DE BRUJAS Para entender los corruptos efectos que puede tener el petróleo
en los países, es útil comprender las formas acerca de cómo el pensamiento del desarrollo ha cambiado a través de las últimas
tres décadas. La teoría del desarrollo -la visión prevaleciente de cómo asegurar desarrollo económico y político en países
no industrializados- ha evolucionado a través de tres fases, en la primera fase, en boga hasta los setenta, expertos en desarrollo
enfatizaban en el incremento del capital físico de la sociedad o "hardware" tales como sus represas, carreteras, plantas de
energía, etc. Siguiendo el popular éxito del Plan Marshall en Europa y lo que fue después visto como el éxito del modelo soviético,
el Banco Mundial, los Estados Unidos y otros donantes oficiales se concentraron en el financiamiento de la infraestructura
-relacionada a proyectos en los países pobres-. La aproximación prometía entregar resultados rápidos y visibles para los recientes
gobiernos independientes liberados de las cadenas del yugo colonial. En la segunda fase, popular durante los años ochenta, el péndulo
ideológico pasó a inducir a los países pobres a seguir políticas económicas liberales -incluyendo abrirse a los mercados e
inversiones extranjeras, reduciendo el rol del Estado, favoreciendo la competencia a través de la privatización y la desregulación,
y manteniendo políticas fiscales apropiadas. Esta aproximación, más tarde llamada "el consenso de Washington", fue seguida
por el desencanto por los magros resultados de la aproximación del hardware y el reconocimiento, generalizado, de que los
incentivos económicos apropiados eran necesarios para estimular la participación del sector privado en la economía. En los noventa, la comunidad desarrollada abandonó la expectativa
de que el crecimiento podría descender automáticamente y se enfocó en la salud, la educación y otras inversiones para reducir
la pobreza directamente. Al final de los noventa, sin embargo, se hizo claro que aún con el hardware correcto, las políticas
correctas y programas correctos, enfocados en la pobreza, no garantizaban el crecimiento sostenido y el desarrollo. Latinoamérica,
por ejemplo -una campeona de la privatización y apertura del mercado- manejó una tasa de crecimiento de sólo 1,6 por ciento
per cápita durante los noventa a pesar del incremento en infraestructura y gasto social, mientras que el crecimiento en el
sub Sahara Africano declinó 0,2 por ciento al año a pesar de los masivos fondos externos de inversión y la guía constante
del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Mientras tanto, la economía de Asia Oriental, especialmente China,
creció rápidamente durante este período, a pesar de sus obvios desvíos del modelo liberal. La visión de la teoría de desarrollo prevaleciente ha comenzado
a cambiar otra vez. Hoy los expertos enfatizan en el "software" de una economía: las instituciones, costumbres, leyes y cohesión
social que ayudan a crear y sustentar mercados. Buenos softwares pueden venir en muchas formas, desde el Banco Central Independiente
de la Unión Europea al ingenioso experimento chino con el sistema de iniciativas de las Villas. En algunas sociedades el software
puede tomar formas menos tangibles: la larga confianza que existe entre las partes de contratistas privados chinos, por ejemplo,
fue clave para las inversiones por parte de expatriados chinos que antes nutrieron el crecimiento en Malasia y ahora en China.
En otros sitios, toma la forma de adjudicaciones de títulos de propiedad y contratos y un sistema judicial incorruptible. Consecuentemente, se ha hecho mayormente claro que las economías
sin el software correcto saltarán. La pobre supervisión de los bancos puede conducir a crisis financieras; sistema de servicios
públicos sin un rendimiento estándar y beneficioso, los debilitan; y abusos a los derechos de propiedad desalientan los pequeños
negocios. El problema para los Estados reconstituidos nuevamente, tal
como Irak, es que instituciones desarrolladas y eficientes no se pueden importar. Ellas deben madurar localmente por un período
largo de tiempo. Y tiempo, es un lujo que los problemas de los países en desarrollo con vastas riquezas naturales raramente
tienen. A través de la historia muchos países con recursos naturales
se han desempeñado peor que las naciones "más pobres". En el Siglo XVII, los Países Bajos (Holanda) sobrepasaron a la rica
España a pesar de la realidad de que sus arcas estaban sobrecargadas de oro y plata obtenidos en el nuevo mundo. Similarmente
Japón y Suiza sobrepasaron a Rusia en el Siglo XIX y XX. Más recientemente países pobres en recurso del Asia Oriental han
surgido sobre países más ricos como Argentina, México, Nigeria y Venezuela, todos los cuales cayeron en banca rota o colapsaron
dentro de problemas políticos. Los recursos naturales pueden parecer manás caídos del cielo al principio, proveyendo a los
Estados nuevos medios para escapar de la pobreza e invertir en escuelas y carreteras. En otros, algunas veces se gasta sabiamente
como en Kuwait y Bahrain. Más frecuentemente, sin embargo, tales riquezas se vuelven una maldición. Hay muchas explicaciones del porqué el petróleo debilita a las
sociedades. Los precios mundiales del petróleo y otros recursos naturales son sumamente volátiles, especialmente comparados
con los productos manufacturados, y esos países dependientes de recursos naturales están más expuestos a los riesgos e incertidumbres.
La fluctuación de los precios puede crear ciclos peligrosos en los cuales los gobiernos gastan abiertamente en tiempos de
bonanza para luego tener que efectuar recortes repentinos y costosos cuando caen los precios (dejando las escuelas sin maestros,
edificios y obras públicas sin finalizar, etc.). Una segunda explicación para la maldición del petróleo es la
llamada "enfermedad holandesa". Como los holandeses experimentaron cuando descubrieron gas natural en el mar del norte en
los sesenta, la explotación de recursos minerales puede excluir otras actividades en la economía de un país. Cuando los recursos
son descubiertos o sus precios aumentan, la moneda del país se fortifica. Esto afecta a los manufactureros domésticos, quienes
pronto encuentran que es difícil competir con productos importados más baratos. La mayoría del capital y la mano de obra comienza
a irse a los sectores no mercantiles locales, y a menos que se tomen los correctivos, pronto toda la nación sufre, ya que
pierde beneficios -tales como innovaciones tecnológicas y buena gerencia- que sólo un sector manufacturero fuerte puede proveer. La más importante explicación para el maleficio del petróleo,
sin embargo, tiene que ver con el rol que los recursos naturales juegan en el impedimento del desarrollo de las instituciones
económicas y políticas de una sociedad. El petróleo inyecta su veneno en muchas formas. Los recursos naturales, a diferencia
de los resultados creados por el esfuerzo humano, conceden grandes "rentas", las cuales son recompensas excesivas en relación
al esfuerzo realizado. Pero tales rentas son fáciles de apropiar -ya sea por el Estado o por los pocos que controlan la extracción
del recurso-. En el primer caso, como Irán, Libia y Arabia Saudita, un conjunto de problemas aparecen. El Estado está aliviado
de la presión de los impuestos y no tiene incentivos para promocionar la protección de los derechos de propiedad como una
forma de generar beneficios. Para los ciudadanos del país, como no pagan impuestos, tienen pocos incentivos y ningún mecanismo
efectivo de cómo hacer a un gobierno auditable. Esto puede llevar a abusos de poder del Estado sin controles y debilitar los
procesos por los cuales el sistema político reconcilia conflictos de intereses y demandas. Entonces, tales condiciones hacen
muy difícil el desarrollo de instituciones políticas. Por otra parte, cuando un grupo de la población está habilitada
para controlar los beneficios de los recursos naturales, ellos pueden "comprar" o "convertir" al Estado, como ocurre en Angola
o en lo que fue Zaire (ahora República Democrática del Congo). Aún donde el Estado y los que controlan sus recursos son distintos
(como en Rusia y Venezuela), los empleados públicos tienden a corromperse. Las peleas y los vicios para la distribución de
los beneficios florecen normalmente. Estas peleas son frecuentemente enmarcadas como rivalidades étnicas o de clases sociales,
cuando en realidad son el resultado de simples peleas por monopolizar los beneficios. Aun cuando los problemas resultantes
no exploten en conflictos civiles importantes, ellas desalientan las inversiones y el crecimiento y corroen las instituciones
políticas. De acuerdo a historiadores económicos, estos patrones explican
las diferentes vías de desarrollo entre Norte y Suramérica. En los últimos, grandes plantaciones de azúcar permitieron a terratenientes
mantener concentrado el control político y económico, y esas élites se resistieron a reformas democráticas y de la institución
de los derechos de propiedad. En Norteamérica, por contraste, el cultivo de trigo y maíz en pequeñas plantaciones llevó a
la dispersión del poder económico y mejores condiciones para el desarrollo de la democracia y las instituciones. LA MALDICIÓN DEL PETRÓLEO
II (ESCASOS RESULTADOS) Nadie tiene todas las patologías asociadas con el petróleo manifestadas
en ellos mismos más claramente que en Nigeria. A finales de los sesenta, la guerra de secesión de Biafra -entonces la mayor
guerra civil de África, que mató a un millón de personas- fue, en parte, una tentativa de los orientales de la nación, predominantemente
Ipbos, para ganar el control exclusivo sobre las reservas petroleras. Nigeria también ha sufrido el asesinato de dos de sus
líderes, seis golpes de Estado exitosos y cuatro fallidos, y 30 años de dictaduras militares. Sus "piratas en el poder", como
un historiador de Africa llamó a sus líderes, han robado los beneficios petroleros de Nigeria en una suma quizás de más de
100 mil millones de dólares. La explosión en súbitos y grandes gastos gubernamentales también ha provisto grandes oportunidades
para sobornos y concesiones. Todas esas fuerzas han contribuido a un pobre crecimiento de la economía y a otros resultados
sorprendentemente malignos. Entre 1970 y el 2000, el número de personas viviendo debajo de la línea de la pobreza en Nigeria
se incrementó de 19 millones a cerca de 90 millones, y la brecha de desigualdad: el 2 por ciento de la población clase alta
ganaba el equivalente a lo que ganaba el 17 por ciento de las clases más pobres, ahora gana lo mismo que el 55 por ciento
de esa misma clase pobre. Estas estadísticas no son exclusivas de Nigeria. En diferentes
formas y diferentes tiempos, los beneficios de los recursos naturales han obtenido similares efectos destructivos en Angola,
Guinea Ecuatorial, Gabón y Venezuela, y ahora amenazan con afectar el minúsculo San Tomé y Príncipe. En Angola, un estimado
de 4.200 millones de dólares se han desaparecido de las arcas del gobierno durante los últimos años. En Venezuela, la pobreza
casi se ha duplicado desde finales de la década de los setenta y la repartición de los ingresos nacionales que van a los propietarios
de negocios se han incrementado de un 50% a cerca del 80%, como resultado, los trabajadores ahora obtienen casi un 20% menos
de la torta económica. Los ricos países petroleros del Medio Oriente han escapado hasta
ahora de algunos de los peores efectos colaterales de los beneficios del mineral -pero sólo por la inmensa magnitud de sus
recursos petroleros en relación con sus pequeñas poblaciones- y ellos no han evitado la duplicación de los males políticos
y económicos asociados con el petróleo. El reporte de desarrollo humano del 2002 del Programa de Desarrollo de las Naciones
Unidas, identifica la falta de la prensa y otras libertades y el bajo estatus de las mujeres como obstáculos clave para el
progreso a largo plazo del mundo árabe. Más aún, aunque el rendimiento económico corriente en el Medio Oriente puede ser bastante
satisfactorio, eso no se puede esperar que sea por mucho tiempo. Venezuela muestra cómo un país relativamente estable puede
deteriorarse con el correr del tiempo en la medida en que las luchas por los fáciles beneficios petroleros corroen sus instituciones
políticas y económicas. Pero a pesar de todos los ejemplos de países disminuidos por
sus propias riquezas de recursos, dos historias exitosas se pueden resaltar: Noruega y Bostwana. Y aún estos ejemplos sirven
sólo para reforzar el peligroso impacto de los recursos naturales. Noruega descubrió su petróleo en los setenta, mucho después
que había desarrollado mecanismos de contabilidad. El país sobrevivió a su repentino boom porque chequeos y balances contables
muy buenos previnieron que los ingresos petroleros fueran malbaratados o esfumados. Decisiones acerca de cómo gastar estos
ingresos fueron tomadas a través de procesos democráticos normales. Aún más interesante es el caso de Botswana, que ha explotado
diamantes por muchas décadas. Botswana no sucumbió al maleficio de sus recursos porque es uno de los pocos países africanos
que emergieron por los decretos británicos en 1966 con instituciones fuertes, gracias a las preexistentes tradiciones locales
y tribales que fomentan amplias participaciones políticas. Afortunadamente la administración colonial nunca penetró profundamente
estas tradiciones en Botswana para destruirlas, las cuales, después de la independencia, crearon los fundamentos para una
democracia funcional. La democracia interrumpida y buenos líderes políticos han asegurado que las rentas de sus recursos naturales
no se hayan dilapidado, como han sido en todas partes de África. Noruega y Bostwana ilustran que el maleficio de los recursos
naturales puede ser evitado si el Estado tiene instituciones suficientemente fuertes que lo protejan de sí mismo de estas
malignas influencias. El petróleo y otros recursos no predestinan a los países en desarrollo a fracasar. Indonesia y México
proveen cauteloso optimismo de que los maleficios pueden ser evitados. Aunque Indonesia ha sufrido reveses económicos y políticos
desde la inesperada crisis asiática en 1997, gozó de dos décadas de crecimiento sostenido y reducción de la pobreza antes
de que la crisis la golpeara. Mientras tanto, México también ha manejado su petróleo responsablemente y en el año 2000 eligieron
un candidato de la oposición, Vicente Fox, como presidente. En ambos casos, sin embargo, el juicio está pendiente en si serán
capaces para desafiar permanentemente la maldición del petróleo. Chile y Malasia son aún mejores ejemplos. Aunque ellos comenzaron
su carrera económicamente pobre, debilitados institucionalmente y grandemente dependientes de recursos (cobre en Chile y caucho
en Malasia), ellos han manejado subsecuentemente un rápido crecimiento y escapado de la dependencia de esos recursos. CURA PARA EL MALEFICIO Dado cuan malo el petróleo y otros recursos naturales han probado
ser para el desarrollo de los mercados y las libertades políticas ¿Cómo pueden ellos ser gerenciados en Irak y otros países?
Tres opciones pueden ser consideradas: privatizando los recursos petroleros, creando fondos especiales petroleros que limiten
la discreción de los gobiernos en el gasto del dinero, y transfiriendo los beneficios provenientes del petróleo directamente
al pueblo. La primera propuesta -privatizar el sector petrolero- ha probado
ser desventajoso. En países con instituciones débiles, activos de inmenso valor han sido muy frecuentemente vendidos a precios
regalados a unos pocos afortunados quienes son los que tienen buenas conexiones políticas y financieras. En Rusia, por ejemplo,
la privatización de las compañías petroleras soviéticas y de otros recursos, sólo incrementó los desbalances económicos del
status quo. El resultante capitalismo oligárquico ha debilitado la economía de mercado rusa, haciendo mucho más dificultoso
la credibilidad pública incipiente en las instituciones del mercado tales como la propiedad privada, el estado de derecho
y la confiabilidad de los contratos. Cuando las privatizaciones conducen a grandes desbalances económicos,
éstos impiden la transición democrática del país o resulta, como en el caso de Nigeria o Rusia, en lo que Fareed Zakaria del
Newsweek ha llamado "democracias iliberales". En estos casos, las elecciones se realizan periódicamente, pero las libertades
civiles están limitadas y el Estado muchas veces disminuye, en vez de proteger, las libertades individuales y los derechos
a la propiedad. El petróleo tiende a perpetuar el desbalance del poder favoreciendo a los encumbrados (quienes tienen fácil
acceso a los recursos petroleros) y favoreciendo el patronato y la corrupción. La segunda alternativa para manejar los beneficios petroleros
de la nación -la creación de fondos especiales con restricciones constitucionales o de cualquier tipo en el uso de los ingresos-
ha sido utilizada en Kuwait y Noruega por varias décadas, y en Colombia y Venezuela desde los noventa. Azerbaiján y Chad han
creado recientemente estos fondos, y Timor Oriental y San Tomé y Príncipe planean hacerlo este año. Aunque ellos varían en
detalles, esos fondos nacionales petroleros representan intentos para aislar y volver transparente los gastos de parte o la
totalidad de las ganancias petroleras. Los fondos son medios para ayudar a estabilizar los gastos de la nación -incrementando
recursos durante los años opulentos para ayudar al país en los años de escasez- y ayudar a ahorrar para beneficio de las generaciones
futuras. Los fondos más nuevos también controlan que los incrementos repentinos de flujos de caja de los gobiernos se centren
en inversiones sociales productivas. Desafortunadamente, apartando el de Noruega (con fuertes instituciones
gubernamentales y una saludable democracia), las experiencias de fondos nacionales petroleros no han sido favorables. En Venezuela,
por ejemplo, el Gobierno ha cambiado las reglas estipuladas de cómo el dinero en el fondo petrolero se debe utilizar, seis
veces en los últimos años. Como resultado, los recursos del fondo prácticamente se han secado y no hay forma de asegurar un
prudente manejo de los ingresos y el mejoramiento de la calidad de los gastos. En Azerbaiján gastos ad hoc han comenzado a
originar cuestionamientos en relación a las promesas de largo plazo. Y en Chad, donde el fondo petrolero fue creado como una
condición para un préstamo del Banco Mundial para ayudar a financiar un oleoducto, el presidente del país -a pesar de señalamientos
de organizaciones no gubernamentales- todavía trata de utilizar los primeros ingresos en la compra de un avión presidencial.
Aunque el fondo por sí mismo no está funcionando todavía, la compra del avión fue inesperada e inconsistente con el presupuesto
total programado acordado entre Chad y sus acreedores internacionales. Fondos petroleros, por lo tanto, parecen incapaces
de aislar los ingresos petroleros de la apropiación por parte de gobiernos débiles o inauditables. No hay mejores sustitutos
para la contabilidad pública o para los chequeos o balances de las cuentas gubernamentales que los provistos por los medios
de comunicación y una democracia saludable. La tercera alternativa para utilizar los beneficios petroleros
de un país -distribuirlo directamente a la gente- tiene mejores récords, al menos en algunos lugares (el estado de Alaska
y la provincia canadiense de Alberta) donde se han probado, (en ambos casos, los intereses generados por los fondos petroleros,
en vez de los ingresos petroleros por sí solos, son distribuidos). Estos sistemas minimizan las oportunidades para la corrupción
y apropiación indebida, ya que las bonanzas por ingreso están fuera de las manos de la administración pública. Ellos también
evitan los desbalances económicos y políticos asociados con el control privado de los ingresos. Más aún, en los países en
desarrollo la distribución directa entre el pueblo de los beneficios petroleros podría incrementar el ingreso per cápita (IPC),
algunas veces sustancialmente. En Chad, por ejemplo, donde el IPC es de cerca de US$ 200,00 al año, la distribución equitativa
del neto esperado de ingresos por el petróleo podría incrementar el IPC en un 20% para el 2008; en San Tomé y Príncipe el
incremento podría ser mayor. Estos incrementos podrían permitirles a los padres mantener a sus hijos en las escuelas, ayudar
a los granjeros a diversificar su producción y estimular a los gobiernos a invertir en carretera y otras infraestructuras.
En otras palabras, la distribución de los beneficios petroleros podría ayudar al desarrollo de los mercados internos y políticas
locales. Propuestas para distribuir los beneficios petroleros directamente
a la población, sin embargo, frecuentemente se topan con dos objeciones discutibles: que la pérdida de los ingresos petroleros
por parte del gobierno podría causar inestabilidades económicas, y que distribuyendo los beneficios a la gente solamente para
que luego ellos paguen impuestos parcialmente para financiar inversiones públicas y otros gastos sensibles del gobierno es
ineficiente. Ninguna de ellas es sostenible. En términos macroeconómicos, canalizando los beneficios petroleros al público,
en vez de al gobierno, les pasa el problema de la volatilidad de los precios a los propietarios individuales. Y en países
con instituciones débiles, los propietarios son mucho mejores en el manejo de la volatilidad de los precios que el gobierno,
en realidad, ellos son mejores jueces no solamente de cuánto gastar, sino en cómo gastarlo. Historias recientes están repletas
de ejemplos de gobiernos creando elefantes blancos durante ingresos en ascenso, tales como la industria de jets comerciales
de Indonesia o el infame complejo de acero Ajakouta de Nigeria (la cual no ha producido una sola tonelada de acero vendible
en más de cuatro décadas). Es difícil imaginar inversionistas individuales cometiendo errores de tal magnitud o duración. La segunda objeción -la distribución seguida por impuestos es
contraproducente- tiene alguna lógica. Pero los costos en eficiencia son eclipsados por los beneficios de favorecer el escrutinio
público de los gastos del gobierno. Gobiernos derivados de ingresos por los recursos naturales como el petróleo viven en un
peligroso paraíso de suplidores foráneos. Cuando el costo marginal del aumento de los recursos públicos es virtualmente cero,
los gobiernos tienen pocos incentivos para gerenciar bien, proveer adecuados servicios públicos, responder a las demandas
ciudadanas, o invertir en y mantener el software de economías de mercado y buenos gobiernos. Irónicamente, un buen gobierno
con instituciones fuertes requiere que el alza de los recursos públicos sea costoso. Distribuyendo los beneficios del petróleo directamente a la
gente pudiera ser dificultoso en países pobres con limitadas capacidades administrativas, pero no necesariamente imposible.
Antes de que los problemas políticos solaparan las reformas bolivianas, por ejemplo, sus gobernantes buscaron distribuir los
intereses de las "pensiones" en acciones de empresas privatizadas para todos los ciudadanos de la tercera edad. Y aunque identificar
inicialmente todos los receptores y asegurando una consistente y eficiente distribución (probablemente por la vía de cupones
como vauchers) puede ser en reto, eso no es cualitativamente diferente de las utilizadas para inmunizar niños, lo cual muchos
países han manejado. En realidad esto puede ser más fácil, ya que los ciudadanos, alentados por sus ganancias, estarían prestos
para cooperar. El mayor problema con el plan de implementación y distribución
pudiera ser político. Los cambios pueden encontrar resistencia en la parte de beneficiarios con vastos intereses en el status
quo, en los trabajadores de una empresa del Estado, oligarcas o por intereses políticos. Después del primer año o un poco
más, más o menos, el aparato para la distribución se podría volver vulnerable al chantaje y la corrupción. Aún los programas
de inmunización en los países más pobres, por ejemplo, tienden a necesitar la atención de los acreedores sí ellos desean mantener
su integridad. AUXILIO DESDE AFUERA Afortunadamente Irak no es tan pobre como Angola o Nigeria.
A pesar de sus dificultades corrientes, Irak es, en un aspecto, el sueño de un practicante de economía política: provee un
estamento relativamente limpio, permitiendo el intento para la aproximación de nuevas políticas con un mínimo de resistencia
de los vastos intereses. Con la solución correcta en la mano -la distribución de los beneficios petroleros directamente a
su gente- Irak tiene un buen chance de apartar la maldición del petróleo. Para asegurar que esto ocurra, una provisión debe
incorporarse en la nueva Constitución estableciendo el derecho de cada iraquí propietario para recibir una parte de las ganancias
petroleras. Este derecho se puede congelar por un mínimo periodo, digamos de 10 años. La justificación de esta falta al tradicional
concepto occidental de soberanía es irrefutable: prevenir que los futuros gobiernos iraquíes -aún los electos democráticamente-
puedan cambiar lo acordado en el período establecido. Después de su expiración, la gente de Irak pudiese, mediante un proceso
democrático, determinar sus propios arreglos para manejar los venideros beneficios petroleros. Esta falta temporal de la tradicional soberanía, frustrante
como pudiera ser, podría levantar y fortalecer la hoy pisoteada soberanía del pueblo iraquí. Podría ser la única forma práctica
para desarrollar instituciones democráticas libres de la corrupta influencia del petróleo y asegurar la potenciación política
y económica a largo plazo de la población en general. La comunidad internacional, idealmente en la forma de las Naciones
Unidas, supervisaría la implementación de esta propuesta. Con algunos oficiales de las Naciones Unidas ahora bajo investigación
por los malos manejos del fondo alimentos por petróleo en los noventa, arreglos más efectivos para la transparencia y contabilidad
deberán desarrollarse bajo el nuevo sistema. Irak es hoy intrínsecamente un ambiente más abierto del que fue durante la era
de las sanciones. Mayor involucramiento de la sociedad civil y del propio pueblo iraquí -que ejercerá sus derechos constitucionales
para reclamar su participación en los recursos petroleros- ayudará a vigilar y evitar malos manejos y apropiaciones de los
fondos. La distribución de las ganancias del petróleo en el pueblo pudiera
también ayudar a resolver el problema de la deuda externa. Muchas nuevas democracias, como Nigeria, han tratado de obtener
el levantamiento de la deuda, especialmente cuando parte de la misma es "odiosa" (esto es, que ha sido contraída por dictadores
previos, frecuentemente con acreedores cómplices). Pero los acreedores podrían encontrar métodos justificados para absorber
las deudas de un principiante gobierno iraquí conducido modernamente. Transfiriendo las ganancias petroleras al pueblo directamente,
en vez de al gobierno, puede alejar los temores y desconfianzas haciendo a los acreedores más comprensivos para hacer concesiones
a la deuda. ¿Justamente, cuánto de las ganancias petroleras debe ser distribuido?
De una forma, lo mayor que vaya a la población, menos el chance de que el petróleo pueda expoliar al nuevo Irak. De otra forma,
distribuir el 100% es probablemente poco práctico. El nuevo gobierno iraquí enfrentará necesidades apremiantes, sobresaliendo
la rehabilitación de una infraestructura arrasada por las recientes guerras y años de negligencia del gobierno de Saddam Hussein,
así como el servicio de algunas de sus deudas internacionales. En el corto plazo, financiar los gastos a través de los impuestos
es poco realístico porque la maquinaria de Bagdad para los impuestos aún es rudimentaria. Algunas de las ganancias deberán
ir por lo tanto al gobierno. Pero al menos el 50% debe ser distribuido a la gente. En el largo plazo, y no sólo en Irak, la comunidad internacional
debe presionar a las compañías petroleras, las cuales frecuentemente patrocinan corrupciones locales. Por ejemplo, durante
los últimos años, algunas 34 multinacionales petroleras pagaron al gobierno de Angola para extraer y refinar su petróleo sin
saber aún a dónde va el dinero o para qué es utilizado en Angola. La comunidad internacional debería presionar a los gobiernos
y compañías petroleras para una mayor transparencia en la administración de los recursos naturales. Acciones colectivas es
la clave, sin embargo, no está en el interés de ninguna convertirse en transparente y honesta por sí sola. Tales acciones
colectivas pueden asegurarse a través de esfuerzos coordinados de los gobiernos, el sector privado y la sociedad civil. Muchos
esfuerzos ya han sido realizados en ese sentido, incluido la Iniciativa para la Transparencia de la Industria Extractiva auspiciada
por el Departamento para el Desarrollo Internacional del Reino Unido -aunque hasta ahora con relativos resultados-. Verdaderos
esfuerzos deben también hacerse para reducir la corrupción. Los países orientales deben pasar leyes análogas a las intentadas
por la Unión Europea para hacer que los sobornos de oficiales extranjeros sea un crimen, y proponerlo en la Convención contra
la Corrupción de las Naciones Unidas. Si el experimento iraquí tiene éxito, el resultado será un boom
mayor -y no sólo para los iraquíes-. Un éxito en Irak también proveerá un ejemplo poderoso para otros países ricos en recursos
naturales y seguir ilustrando cómo ellos pueden mejorar sus sistemas políticos y económicos. Las naciones ricas en recursos
deben entender que los cambios, incluso cambios radicales, son menos riesgosos que mantener el status quo, en el cual el petróleo
continúa aportando el tipo de daños que frecuentemente hace alrededor del mundo. Tomado de la revista mensual Foreign
Affairs. Julio-Agosto 2004 Traducción: Léster L. López O. Nancy Birdsall es Presidenta del
Centro para el Desarrollo Global. Arvind Subramanian es Jefe de
División del Fondo Monetario Internacional.
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