3erPolo Petrolero

Por un puñado de dólares: Referéndum, petróleo y poder














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Por Pedro Elías Hernández
















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Para entender la importancia de la renta petrolera y como ésta influye decisivamente en la lucha política venezolana, es menester referirse a un magnífico trabajo realizado por Francisco Monaldi Marturet titulado "La economía política del petróleo, los incentivos políticos y el desarrollo petrolero". Monaldi es graduado en politología de la Stanford University, y fue discípulo del premio Nobel de Economía 1993 Douglas North, autor de la Teoría de la Economía Institucional, la cual le valió ganar el prestigioso galardón internacional.

RENTA PETROLERA Y DEMOCRACIA

En su ensayo Monaldi tiene una parte dedicada al tema de "la renta petrolera y la democracia". Allí expone entre otras cosas las siguientes: "El problema consiste en que cuando el Estado posee la mayoría de los recursos económicos en una sociedad"-como es el caso venezolano- "la prima por obtener el poder se hace muy alta. Estar fuera del poder puede significar quedarse sin los recursos que hacen posible ganar elecciones en el futuro o peor aún sobrevivir económicamente. Los políticos en el poder tienen incentivos para que el Estado controle la renta petrolera. Pero el control centralizado de la renta petrolera limita las posibilidades de lograr una democracia estable al exacerbar los beneficios del poder. Por ello es que crear instituciones que limiten el ejercicio del poder es aún más urgente en los países petroleros".

El régimen político venezolano responde exactamente a las características antes señaladas por Francisco Monaldi en su ensayo. Al evidenciarse esta realidad se explica la desesperación de los sectores políticos opositores que fueron desalojados por Chávez de las posiciones que antes ocupaban, al tiempo que observamos la razón por la cual el chavismo se aferra de manera agónica al poder. Para ambos la prima por obtener el control político y económico del Estado es vital. En una situación de enfrentamiento y polarización tan agudos como el actual, el perder el poder por parte del chavismo y el permanecer fuera de él por parte del antichavismo, se convierten en un asunto de carácter crucial, es decir, de vida o muerte.

Monaldi en su trabajo dice otras cosas interesantes como éstas: "Una de las claves para lograr democracias estables en países en desarrollo consiste en limitar lo que está en juego cuando se gana o se pierde una elección. Si ganar las elecciones y obtener el poder le va a dar al vencedor una ventaja tal que le permitirá perpetuarse en el poder (como el caso del PRI en México), entonces el perdedor tendrá pocos incentivos para respetar las reglas del juego democrático".

Lo que está en juego en nuestro país es nada menos y nada más que el control del 80% de las divisas que ingresan a Venezuela y el 25% del total del Producto Interno Bruto que genera la nación en un año y el 50% de los ingresos ordinarios del presupuesto del sector público, todo lo cual, depende de la industria petrolera estatificada y que por tal motivo está en manos de quien o quienes tengan el poder político en la nación. Si el Estado, que ya tiene por definición el monopolio de la violencia legítima dentro de una sociedad, además también ostenta el monopolio de la propiedad de los más importantes recursos de la nación y de buena parte de lo que genera su economía, ¿cómo será entonces el poder y la hegemonía que ese Estado ejerce sobre sus ciudadanos?. La respuesta a esta pregunta es más que obvia.

En Venezuela el costo de perder el poder y el de estar fuera de él, es verdaderamente inmenso. De allí la rabiosa pugna entre gobierno y oposición en este instante. Para que haya democracias estables tiene que existir alternabilidad en el ejercicio de la función pública. Esto fue lo que garantizó la permanencia del ensayo democrático luego del derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez. Betancourt y Caldera montaron el pacto de Punto Fijo y decidieron alternarse en el poder para lograr la estabilidad del régimen democrático. Esta estabilidad garantizó la sobrevivencia de la democracia en los difíciles tiempos de la década de los 60 .

Sin embargo a partir de la estatización del petróleo en agosto de 1975, la prima por obtener el poder, que siempre fue alta en Venezuela por ser el Estado el dueño de los recursos de los hidrocarburos, se hace en lo adelante inmensa, y por la misma razón, el costo de estar fuera del poder es también enorme para los factores alternativos. Tal vez se diga con razón que durante años está premisa no se cumplió en Venezuela ya que desde 1968 con el triunfo presidencial de Rafael Caldera, siempre en los comicios presidenciales ganaba la oposición. Aparentemente era así, pero en el fondo, tanto AD, como Copei formaban parte del mismo emplazamiento político de hegemonía partidista, sólo que los copeyanos le hacían las vacaciones a los adecos y viceversa cada cinco años.

Sobre esta base y sobre el usufructo de los ingresos fiscales petroleros se montó el bipartidismo. Los partidos políticos ajenos a este condominio tenían una escasa gravitación en la vida nacional y sus votaciones eran muy reducidas en comparación a las de AD y Copei.

INCENTIVOS HEGEMÓNICOS

La hegemonía política expresada en el condominio adeco-copeyano, fue durante un buen tiempo realmente granítica. Sólo las propias contradicciones internas y el desastroso desempeño económico de sus gobiernos permitieron finalmente que se descongelara el cuadro político en el país. Fueron necesarios más de 20 años de empobrecimiento masivo de la población, de caída del Producto Interno Bruto, de fuga masiva de capitales, de devaluaciones fiscalistas erosivas del ahorro interno de los venezolanos y aniquiladoras del poder adquisitivo de la moneda y los salarios, para que el férreo control político de AD y Copei se resintiera. Finalmente fue necesario que el precio del barril de petróleo llegara a los 7 dólares en 1997 y 1998 para que Hugo Chávez entrara como una tromba en la política venezolana.

Como vemos, el control económico que el petróleo le otorga a los gobiernos venezolanos, sobre todo a raíz de la mal llamada nacionalización, permitió que los políticos desarrollaran incentivos hegemónicos que impidieron una mayor pluralidad política y una más sólida y vivaz democracia. Esto hizo que durante años AD y Copei se resistieran obstinadamente a los cambios y en todo caso, sólo los permitieron muy tarde, nada más que para salvar el pellejo.

De allí que fue necesario el deslave popular del 27 de febrero del 89 para que aceptaran la elección directa de los gobernadores y alcaldes del país. Sin embargo, otras reformas urgentes, como algunas en materia constitucional, fueron solapadas o escamoteadas. Se producen así los levantamientos militares del año 92 frente al autismo de la clase política. Esos incentivos hegemónicos de los políticos venezolanos dados por el inconmensurable poder que les dada el control de la riqueza petrolera, asfixiaron finalmente al sistema democrático. El resultado fue el ascenso al gobierno de Hugo Chávez.

Chávez desde un primer momento, convencido como estaba de la necesidad de recuperar el control político sobre la industria de los hidrocarburos, apuntaló su proyecto revolucionario valiéndose de la factura petrolera. La cumbre de jefes de Estado de la Opep en Caracas, los esfuerzos (exitosos) por el aumento de los precios del barril de crudo, la mayor beligerancia del Ministerio de Energía y Minas en el interior de la industria y finalmente la expulsión de 20 mil de los mejores trabajadores de la corporación estatal para poner a ésta bajo el control del Ejecutivo, han hecho que Chávez haya podido mantenerse en el poder sin importarle los costos para esto, ya que el costo de perder el gobierno es superior al de preservarlo.

Todo esto nos explica el por qué la realización del referéndum revocatorio presidencial fue un proceso difícil y tortuoso, ya que lo que está en juego es nada menos y nada más que cerca de 50 mil millones de dólares anuales por concepto de ventas brutas de crudo (que constituyen más del 80% de las divisas que ingresan al país) y unos 13 mil millones de dólares por año de ingresos fiscales provenientes de la actividad petrolera a razón de los altos precios en que se cotizan actualmente los hidrocarburos a nivel internacional. Todo esto en manos, de manera prácticamente discrecional, de un solo hombre: el Presidente de la República.

Mientras en Venezuela no se resuelva el problema de fondo que está puesto de bulto en el interesante ensayo de Francisco Monaldi Marturet no tendremos una democracia sólida y realmente participativa, y la confrontación política seguirá siendo virulenta dado el enorme botín de guerra que representa el poder en el país.

Lo que se disputó en el referéndum Revocatorio, es lo que se disputó en la anteriores, y se disputará en las siguientes elecciones presidenciales. El control sobre los petrodólares que deberán entrar al fisco nacional durante los venideros años. Los venezolanos debemos estar atentos.
















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