3erPolo Petrolero
La dimensión petrolera del 11 de abril: De la cohesión a la fractura
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El 17 de enero de 1943 más de 50 mil personas se congregaron
en la Plaza de los Museos en la urbanización Los Caobos de Caracas para darle respaldo a la política de rescate petrolero
adelantada por el gobierno del General Isaías Medina Angarita. La administración de Medina
había culminado la elaboración del proyecto de reforma general a la Ley de Hidrocarburos, que permitió una mayor participación
de la nación, por la vía fiscal, en los beneficios del negocio petrolero. Ese proyecto de Ley fue producto de una amplia consulta
nacional. Eugenio Mendoza y Arturo Uslar Pietri, en representación del Ejecutivo, lograron concitar un vasto consenso dentro
del país en relación a este instrumento legal. Igualmente, como negociadores, pudieron comprometer el apoyo de las empresas
transnacionales a la nueva legislación sin que tal cosa haya significado, bajo ningún concepto, la cesión de soberanía por
parte de la República respecto al recurso petrolero o algún menoscabo de los legítimos intereses económicos nacionales. En la histórica concentración
de la Plaza de los Museos participaron más de 20 oradores en representación de todo el espectro político, social y económico
del país. Entre las figuras que intervinieron destacaron Rómulo Betancourt, en representación del partido Acción Democrática;
Manuel B. Pocaterra, en representación de la Asociación Venezolana de Periodistas; Josefina Palacios, en nombre de las mujeres
venezolanas; Calixto Eduardo Noda, en representación de los obreros organizados; Manuel R. Egaña, ex ministro de Fomento;
Vicente Emilio Oropeza, en representación de la Federación de Estudiantes de Venezuela (FEV); Edecio La Riva Araujo, en representación
de la Unión Nacional Estudiantil (UNE); César Rondón, en nombre da la Federación Juvenil; Gustavo Brant, Antonio Manzano,
en nombre de la Federación Venezolana de Maestros (FVM); Lorenzo Fernández del partido Acción Nacional; Juan Bautista Fuenmayor,
del partido Unión Municipal (génesis del Partido Comunista de Venezuela) y para cerrar el acto habló el presidente Medina. El 13 de marzo de ese mismo
año 1943 se le puso el ejecútese a la nueva Ley de Hidrocarburos, la cual, mediante diferentes tipos de impuestos territoriales,
pagos por regalías, sumada a la Ley del Impuesto Sobre La Renta, promulgada un año antes, llevaron la participación fiscal
del Estado venezolano hasta un 40% del total de la factura petrolera. Se había consumado una cara aspiración del pueblo tantas
veces escamoteada en anteriores legislaciones petroleras (sobre todo la de 1922), que fueron redactadas en los bufetes de
abogados que representaban en el país los intereses de las empresas transnacionales británicas, holandesas y norteamericanas,
a saber: Royal - Dutch Shell y la Creole Petroleum Corporation, subsidiaria en Venezuela de la legendaria Estandar Oil. El inmenso consenso con el
cual se elaboró y aprobó la Ley de Hidrocarburos del 43, permitió que este instrumento legal tuviera una duración de casi
60 años. Este instrumento legal fue derogado en noviembre del 2001 por el Presidente Hugo Chávez, mediante un decreto con
Rango de Fuerza de Ley Orgánica de Hidrocarburos, el cual formaba parte del paquete de las 49 leyes contentivas en la Ley
Habilitante que aprobó la Asamblea Nacional ese mismo año 2001. Con esta nueva Ley, se dejaba
atrás un amplio consenso de largo plazo en torno al tema petrolero, cuya longevidad de casi 6 décadas constituye el acuerdo
político más sólido que se haya fraguado en Venezuela en toda su historia republicana. Gobiernos de todo tipo y tenor se sucedieron
en el país luego de la aprobación de la Ley de Hidrocarburos del año 43; revoluciones, regímenes cívico-militares, dictaduras
personalistas, juntas de gobierno, administraciones democráticas de inclinación socialdemócrata, socialcristiana y hasta marxista,
mantuvieron básicamente lo consagrado en la Ley que promulgó el régimen de Medina Angarita. Las modificaciones que se produjeron,
lejos de retroceder en las conquistas de esa legislación, las profundizó y perfeccionó, hasta llegar a la Ley de "Nacionalización"
del año 75, que, dicho sea de paso, no derogó el instrumento legal aprobado en el 43. La administración de Hugo
Chávez se atrevió a ponerle el "cascabel al gato", con la promulgación de otra legislación petrolera, pero no extremó los
esfuerzos por conseguir el mayor apoyo posible para sus reformas. El chavismo dio por finalizado el consenso de casi 60 años
fraguado desde los años 40, pero no tuvo el tino de sustituirlo por otro consenso en torno a esta trascendental materia. De
allí la terrible fractura nacional que se produjo en Venezuela tal día como hoy, hace exactamente dos años. El 11 de abril de 2002 debe
ser recordado como una fecha emblemática, la cual sigue pesando como un punto de quiebre de la cohesión nacional. No por casualidad
este evento, de virulenta ruptura, se produce asociado al petróleo como recurso y a la industria petrolera. La importancia
de los hidrocarburos en el país explica la razón por la cual los acontecimientos desarrollados la tarde de ese día 11 culminaron
con aquella orgía de sangre, sudor y lágrimas. Una tesis muy coherente que
ha venido analizándose a propósito de este evento conocido como la masacre de "El Silencio", es aquella que apunta a señalar
que el 11 de abril del 2002 constituye una fecha que cierra un ciclo histórico iniciado en enero del 43 con la manifestación
de la Plaza de Los Museos de Caracas a favor de la Ley de Hidrocarburos de ese año. Este ciclo se inicia con una jubilosa
y masiva expresión de consenso, acuerdo y cohesión nacional, la cual tuvo la capacidad de proyectarse por casi 6 décadas,
y culmina con la más trágica y dramática fractura que haya conocido la sociedad venezolana durante los últimos 100 años. Ambos
hechos tuvieron al petróleo y a la industria petrolera como factor fundamental y protagónico. Es realmente paradójico que
algo que unió y cohesionó a los venezolanos durante casi 60 años, como fue la aspiración de que la industria petrolera estuviera
y su riqueza llegara más directamente a los venezolanos, nos haya dividido de la manera que lo hizo ese 11 de abril del 2002.
Ese día millares de compatriotas que marcharon hacia Miraflores en defensa de lo que creían justo respecto a nuestra industria
petrolera (la famosa meritocracia), se enfrentaron con otros miles de compatriotas que estaban en las afueras del Palacio
presidencial haciendo lo propio a favor de Hugo Chávez. Soy de los que piensa que
al contrario de lo que parece, los virulentos enfrentamientos del 11 de abril no se produjeron como consecuencia del choque
entre una importante porción de venezolanos que marcharon ese día hacia Miraflores con el propósito de desalojar del poder
a Hugo Chávez y otra porción de venezolanos que lo respaldaban. Esto vendría siendo simplemente lo que llaman la punta del
iceberg. La inmensa realidad que se
oculta debajo de la superficie es aquella que nos remite al estrepitoso colapso del modelo de Petro-Estado que en la actualidad
estamos presenciando y por ende al agónico fin de un sistema de asignación de los recursos petroleros en la sociedad venezolana
que en los últimos 30 años ha generado las terribles distorsiones políticas, económicas, sociales e institucionales que padecemos
en el presente. Esta es una visión distinta
del 11 de abril vista en su dimensión petrolera y a la luz de un hilo histórico conductor que corre el riesgo desdibujarse
frente a los ojos del observador desprevenido. La cabal comprensión de las verdaderas causas que originaron el evento que
conmemoramos hoy, permitirá conjurar en el futuro las amenazas de violencia y fractura social que ciertamente acechan al país. El
petróleo y el nuevo papel que pueda cumplir en la sociedad venezolana del Siglo XXI puede ser tan vital e importante como
el que cumplió en las primeras 6 décadas del Siglo XX. La paz, la inclusión social y la cohesión nacional pueden ser nuevamente
los factores que, asociados a la riqueza petrolera, acompañen a los venezolanos en este otra etapa de su historia. Por el
contrario, insistir en mantener el mismo modelo que hemos tenido de asignación de los beneficios de la industria de los hidrocarburos
en el seno de nuestra sociedad, puede condenarnos a regresar a la terrible turbulencia social y política que caracterizó al
país durante todo el siglo XIX. |
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